5 de julio de 2011

Del fútbol bonito y ofensivo, al fútbol preventivo y sin riesgos


No es un secreto para nadie que en esta primera ronda de la Copa América ha sucedido de todo menos lo que nos gusta a los fanáticos: Los goles y el buen fútbol.

Ya con todas las selecciones con un juego disputado, la cantidad de tantos hasta ahora se ubica en 8, 16 menos que en el mismo periodo de la edición pasada organizada por Venezuela en 2007.

Si nos vamos más atrás, en la misma ronda de la Copa América Perú 2004 se marcaron 18 tantos, y en el trofeo disputado en Colombia en 2001, se sumaron 16 dianas.

El fútbol suramericano ha sido considerado ofensivo desde los inicios del deporte, mucho más cuando los equipos de la región se enfrentan entre sí, pero las estadísticas han variado en los últimos años, posiblemente por un cambio de filosofía.

En el Mundial de Sudáfrica 2010, las selecciones latinoamericanas, las mismas que se están disputando el trofeo continental ahora en Argentina, marcaron tan sólo 6 goles entre todas en su primer partido respectivo.

En esa copa, ganada por España, los equipos de la región terminaron marcando 40 de los 147 goles registrados, es decir 27 por ciento.

En ese torneo solo Uruguay fue el que destacó, al llegar en cuarto lugar, mientras que las demás selecciones latinoamericanas fueron eliminadas en rondas anteriores.

Esto es solo una muestra de que el fútbol suramericano vive un cambio: Está migrando de lo ofensivo a lo preventivo.

Ya la máxima que afirmaba que la mejor defensa es el ataque, no existe, y el último número 10 natural activo que pincelaba ese fútbol de creación y ofensivo está apunto de retirarse que es el argentino Juan Román Riquelme.

Además en Sudámerica ya no existen las llamadas “cenicientas” en la región, las selecciones preparan con mucha estrategia los partidos, y ya no se piensa en golear sino en detener e incomodar y, si la suerte llega, ganar.

También, y parece mentira, la presión de la prensa y el poder de las redes sociales que alimentan a la opinión pública desconcentra a los jugadores, y los ausenta de la diversión dentro del juego que es lo que más identificaba a nuestro continente.

Talvez es muy temprano para hacer una análisis general de la Copa América 2011, pero al ver que tres de los cuatro favoritos empataron sus respectivos partidos contra equipos considerados de bajo nivel, demuestra que el riesgo ya no forma parte de nuestro fútbol. La inseguridad de los jugadores no los deja hacer definiciones como las que hace poco disfrutábamos.

El único que pudo sobrevivir y sumar, fue Chile, pero gracias a dos jugadas a balón parado y no por alguna maniobra ofensiva. Argentina, Brasil y Paraguay, por su parte, no mostraron lo que sus seguidores y los expertos estaban acostumbrados a ver.

Venezuela, Bolivia y Perú, fueron los grandes ganadores de esta primera ronda. Siguieron una estrategia defensiva clave, e impusieron el respeto que los grandes ni pudieron quebrar.

En la segunda ronda y lo que resta de Copa seguramente veremos más intensidad, pero si las selecciones dejan de dar el paso que falta por prevención, la falta de goles continuará.


12 de abril de 2011

Chuao: el pueblo venezolano que vive al ritmo del "mejor cacao del mundo" (Reportaje AFP)


Cuando el sol brilla fuerte sobre Chuao, la plaza central de este pueblo del Caribe venezolano se convierte en el horno donde se tuesta "el mejor cacao del mundo", producido por los locales con un método ancestral que marca el día a día de buena parte de la comunidad.

"Desde que uno nace en Chuao está relacionado al cacao. Hasta de pequeño, si pasaba por la plaza cuando se avecinaba un aguacero, me acercaba para ayudar a recogerlo", explica a la AFP Alcides Herrera, presidente de la Empresa Campesina Chuao, integrada exclusivamente por habitantes del pueblo y que desde 1976 produce el único cacao del país con denominación de origen.

"El nuestro es el mejor cacao del mundo. Eso está certificado y lo dicen expertos de muchos países. Usamos métodos artesanales, que se han mantenido por 400 años", asegura Herrera.

Los granos de cacao "criollo", como se llama a la especie producida en Chuao, son codiciados por los mejores chocolateros del mundo. Sin embargo, son pocos los privilegiados que logran emplearlo en sus productos, pues en el pueblo sólo se producen entre 18 y 20 toneladas al año, una cifra ínfima si se compara con las 20.000 toneladas producidas en Venezuela.

Durante años, la marca de chocolates italiana Amedei compró el 100% de la preciada cosecha de Chuao, que pudo así cruzar el Atlántico. "El cacao como nunca lo probó antes, como nunca lo imaginó: el gusto de una verdadera leyenda", asegura esta marca en su presentación.

Recientemente y con el fin de aumentar la producción, el gobierno venezolano decidió que el cacao es un "producto estratégico". A partir de ahora, sólo 35% de lo producido en Chuao se venderá a una exportadora alemana, mientras que otro 35% irá para la estatal y recién creada Corporación Venezolana del Cacao y el 30% restante a los artesanos del pueblo.

"Vigilamos por si aparece una nube", explican una decena de mujeres observando celosamente el cielo y los granos de cacao que secan al sol en la plaza central de Chuao.

El método de recogida y secado, usado de forma idéntica desde hace cuatro siglos, sumado al microclima privilegiado de Chuao, que reúne una mezcla ideal de sol, humedad, sombra y calidad de la tierra, hacen del "criollo de Chuao" un cacao único.

"Es excepcional. La diferencia con cualquier otro cacao es brutal. Creo que es sobre todo una cuestión de aroma. El cacao de Chuao tiene una gama de aromas muy particular. Un toque cambia el sabor de todo un chocolate pero es una pena mezclarlo. Hay que tomarlo puro", explica a la AFP Brian Vandenbroucke, chocolatero belga dueño de una famosa chocolatería en Caracas.

El cacao de Chuao se encuentra alejado de la civilización como si el tiempo se hubiera detenido. Situado sólo a 100 kilómetros de Caracas, a este pueblo y a su plantación, cercados por la montaña, sólo se llega por mar.

El negocio del cacao está fundamentalmente en manos femeninas. Más robustas y fuertes que los hombres, muchas mujeres ponen a prueba cada mañana su fortaleza física en la plantación, donde hay cultivadas unas 136 hectáreas de cacao.

"Acá todos hacemos de todo y ganamos lo mismo. Unas semanas me toca el patio de secado, otras ir al campo a tumbar cacao o a picarlo", dice Maryoli Chávez, de 32 años, una de los 127 trabajadores de la cooperativa.

Muy temprano, las trabajadoras invaden la espesura verde, machete en mano, tumbando y recolectando las vainas maduras, que pintan los árboles de violeta y amarillo. Los hombres van detrás de ellas, recogiendo el cacao.

Edis Liendo, decana de los artesanos cacaoteros de Chuao, comenzó a trabajar en la hacienda desde joven, pero pronto descubrió que lo suyo era elaborar el producto final: ese que el consumidor saborea en su paladar.

"Creo que el cacao es algo divino. Era lo que preparaban los dioses como bebida exquisita", dice esta mujer de unos 60 años, a la puerta de su casa donde también vende bombones, licores y postres hechos con cacao.

La de Liendo es una de las tantas casas coloniales del pueblo en las que se venden productos hechos con cacao. Porque en este pueblo de tan sólo 2.500 habitantes, al menos 45% de ellos vive del "mejor cacao del mundo".